Las torres de contrapeso dibujan
el paisaje rural aljarafeño
Torre de contrapeso en finca aljarafeña |
Antigua almazara |
Sin duda, uno de los rasgos
arquitectónicos más característicos del paisaje rural sevillano son las
almazaras o molinos de aceite, destacando las torre de contrapeso,
especialmente en el Aljarafe gracias a su larga historia olivarera. La riqueza
oleícola de la región ha propiciado durante siglos que este tipo de edificio
dedicado a la molturación de la aceituna se extendiese sobremanera, con una
tipología edificatoria bien definida, pero con una variedad de detalles
constructivos que guardan todo el sabor de la creatividad popular.
Despiece de prensa |
El
sistema de molturación se basa en el uso de la "viga": enorme
travesaño de madera de pino y encina cuya cabeza se aloja entre dos troncos,
con huecos donde se introducen los cuños que fijan la viga situados en una
hornacina de la torre contrapeso. Esta torre actúa como punto de apoyo de la
viga, ya que ésta puede considerarse como una palanca cuya resistencia está en
una pila de capachos llenos de aceitunas machacadas que se colocan bajo ella y
que serán presionados poco a poco por la viga al descender. La potencia se
ejerce en el otro extremo mediante el "husillo": un tornillo
helicoidal de madera con dos palos perpendiculares para hacerlo girar.
Viga de contrapeso |
El
molino aceitero de viga no seria posible sin la torre contrapeso, que puede ser
de factura muy diversa. Su función es contrarrestar los empujes transmitidos
por la viga, y por ello su cuerpo de la torre es macizo, en forma de
paralelepípedo de base rectangular, construido con tapial y ladrillo. La
decoración se realiza de acuerdo con la situación de la almazara y la época de
su realización. Siendo una tecnología de origen romano, las torres más antiguas
existentes son mudéjares, pero el grupo más amplio e interesante son las
barrocas, generalmente situadas en enclaves urbanos o en haciendas, con lo que
la preocupación por el ornamento es más destacada. Suelen estar rematadas todas
con un chapitel terminado en cruz y veleta, así como pirindolas cónicas. Las
más recientes suelen ser de estilo neoclásico, y a él pertenecen muchas de las
almazaras aisladas. Normalmente tienen cubierta enladrillada a dos aguas con
frontones laterales. Por lo común, si la torre pertenece a una hacienda, se
termina con un mirador, bien acabado en terraza con pretil de ladrillo o de
forja, bien con cubierta de tejas a cuatro aguas sobre arcos que, por lo
general, descansan sobre pilastras de ladrillo. Este ultimo tipo es muy
corriente en las grandes casas sevillanas y su uso podría remontarse a la época
de la dominación musulmana.
Un
ensayo de distribución de las almazaras en el campo sevillano nos lleva
inevitablemente a considerar su abundancia en el Aljarafe (sobre todo en
haciendas rurales y urbanas), la tierra de Écija, aisladas en su mayoría y la
campiña, donde tienden a concentrarse en las grandes aglomeraciones.
Lectura recomendada: “Las haciendas sevillanas” edición de Diputación
de Sevilla.
Autores y equipo de trabajo:
Manuel Hernández / Tomas
Fernández
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