lunes, 13 de junio de 2011

Influencia del olivar en la arquitectura



Las torres de contrapeso dibujan
 el paisaje rural aljarafeño




Torre de contrapeso en finca aljarafeña



Antigua almazara
Sin duda, uno de los rasgos arquitectónicos más característicos del paisaje rural sevillano son las almazaras o molinos de aceite, destacando las torre de contrapeso, especialmente en el Aljarafe gracias a su larga historia olivarera. La riqueza oleícola de la región ha propiciado durante siglos que este tipo de edificio dedicado a la molturación de la aceituna se extendiese sobremanera, con una tipología edificatoria bien definida, pero con una variedad de detalles constructivos que guardan todo el sabor de la creatividad popular. 
Despiece de prensa
El sistema de molturación se basa en el uso de la "viga": enorme travesaño de madera de pino y encina cuya cabeza se aloja entre dos troncos, con huecos donde se introducen los cuños que fijan la viga situados en una hornacina de la torre contrapeso. Esta torre actúa como punto de apoyo de la viga, ya que ésta puede considerarse como una palanca cuya resistencia está en una pila de capachos llenos de aceitunas machacadas que se colocan bajo ella y que serán presionados poco a poco por la viga al descender. La potencia se ejerce en el otro extremo mediante el "husillo": un tornillo helicoidal de madera con dos palos perpendiculares para hacerlo girar.  
Viga de contrapeso
El molino aceitero de viga no seria posible sin la torre contrapeso, que puede ser de factura muy diversa. Su función es contrarrestar los empujes transmitidos por la viga, y por ello su cuerpo de la torre es macizo, en forma de paralelepípedo de base rectangular, construido con tapial y ladrillo. La decoración se realiza de acuerdo con la situación de la almazara y la época de su realización. Siendo una tecnología de origen romano, las torres más antiguas existentes son mudéjares, pero el grupo más amplio e interesante son las barrocas, generalmente situadas en enclaves urbanos o en haciendas, con lo que la preocupación por el ornamento es más destacada. Suelen estar rematadas todas con un chapitel terminado en cruz y veleta, así como pirindolas cónicas. Las más recientes suelen ser de estilo neoclásico, y a él pertenecen muchas de las almazaras aisladas. Normalmente tienen cubierta enladrillada a dos aguas con frontones laterales. Por lo común, si la torre pertenece a una hacienda, se termina con un mirador, bien acabado en terraza con pretil de ladrillo o de forja, bien con cubierta de tejas a cuatro aguas sobre arcos que, por lo general, descansan sobre pilastras de ladrillo. Este ultimo tipo es muy corriente en las grandes casas sevillanas y su uso podría remontarse a la época de la dominación musulmana.  
Un ensayo de distribución de las almazaras en el campo sevillano nos lleva inevitablemente a considerar su abundancia en el Aljarafe (sobre todo en haciendas rurales y urbanas), la tierra de Écija, aisladas en su mayoría y la campiña, donde tienden a concentrarse en las grandes aglomeraciones.
Lectura recomendada: “Las haciendas sevillanas” edición de Diputación de Sevilla.

Autores y equipo de trabajo:
 Manuel Hernández / Tomas Fernández

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