La llegada de la Orden Militar de Alcántara
a Castilleja de Guzmán, en 1248 tras la conquista de Sevilla por Fernando III
(El santo).
La
Orden de Alcántara participó en la conquista de Sevilla. Tras la capitulación
de la ciudad la preocupación era asegurar el control de los territorios
conquistados, organizar y estructurar los mismos, ello llevará al repartimiento
del territorio en orden a la cantidad de tropas o medios aportados. El proceso
fue largo, incluyó el reparto general acometido desde 1248 por el propio
Fernando III y concluido en 1253 reinando ya su hijo Alfonso X el “Sabio”.
Como
recompensa a la Orden por los servicios prestados en la campaña se le otorga en
el Aljarafe Norte Sevillano la alquería de Dunchuelas Taxit, o Alcantarilla, en
la cual se asienta la actual Castilleja de Guzmán, en 1259 Alfonso X le donó Eljas, aldea perteneciente a la
jurisdicción de Coria, aunque hasta 1303 no pasó a poder de la orden. Se
benefició de la disolución de la Orden del Temple obteniendo Trevejo en 1312 y desde 1261 Gelves y Cambullón,
igualmente a comienzos del S. XIV Fernando IV concedió a esta Orden la posesión
de Heliche (pueblo aljarafeño junto a Olivares hoy desparecido).
Las
Órdenes Militares nacen en el siglo XII como instituciones religiosas
respaldadas por bulas Pontificias. Las Órdenes de Calatrava, Alcántara y
Montesa, de vinculación cisterciense, siguen la regla de San Benito patrón de
Castilleja de Guzmán, y la Orden de Santiago la regla de San Agustín. Sus fines
fundamentales eran la alabanza a Dios y el servicio activo en el combate de la
fe. Para cumplir esta función, en sus inicios emplearon las armas.
La
Orden de Alcántara tuvo un papel importante en la conquista y poblamiento del
territorio extremeño y andaluz. Los caballeros intervinieron en la ocupación de
Cáceres, Mérida, Badajoz, Medellín y Trujillo. En recompensa, los reyes les
concedieron tierras y casas en diversos lugares, y aldeas, villas y fortalezas,
especialmente en el partido de la Serena: Benquerencia, Zalamea, Villanueva de
la Serena y Magacela.
La Orden nació en las riberas del Río Côa, en la Beira Alta
(Portugal) bajo el nombre de Ordem de São
Julião do Pereiro (Orden de San Julián del Pereiro), fundada en 1093 por el
Conde D. Henrique de Portugal.
Pero su fundación como cofradía de armas
fue en 1156 por varios caballeros de Salamanca, a cuyo frente figuraba D. Suero
Fernando Barrientos, y confirmada por el Pontífice Alejandro III otorgando
mediante Bula el 29 de de Diciembre de 1177 en calidad de Orden de Caballería.
El Pontífice Lucio III la ratificó mediante Bula el 4 de abril de 1183,
apareciendo por primera vez en ella el nombre de Maestre dado al Jefe o Prelado
Supremo de la Orden.
En algunos documentos de su
primera época esta institución también aparece denominada Orden de Trujillo,
recibiendo como tal algunas donaciones en territorio castellano. La Orden fue enriquecida por el Rey Fernando II
de Castilla y por el Papa Alejandro III con fueros (libertades y privilegios).
El Pontífice Lucio III, la eximió de la jurisdicción de los ordinarios,
poniéndola bajo la custodia directa de la Santa Sede, obligándose la Orden a la
defensa de la fe y a la guerra perpetua contra los moros. Los miembros de la
Orden se sometían a los tres votos de obediencia, pobreza y castidad perpetua.
Sólo tres días de la semana comían carne y otros tres ayunaban desde la Cruz de
septiembre hasta Resurrección. Dormían vestidos, guardaban silencio en la
iglesia y refectorio.
Tras la conquista de Alcántara
a los musulmanes, la defensa de la ciudad fue otorgada a la Orden de Calatrava
en 1214, pero cuatro años más tarde renunciaron por la lejanía a Calatrava.
Entonces Alfonso IX de León encomendó la defensa a la recientemente formada
orden de los Caballeros de Julián de Pereiro a cambio de cierta dependencia de
filiación con los Caballeros de Calatrava, se sometieron al derecho de
introspección y corrección del Maestre de Calatrava, aceptaron la regla
cisterciense y el traje. Esta unión no duró mucho.
El Rey Fernando II de Aragón y
Castilla " Fernando el Católico", consiguió del Pontífice Alejandro
VI, la concesión del título de Gran Maestre con carácter vitalicio, mediante
Bula Papal, en 1492 siendo la más pobre de las Reales Ordenes Militares
Españolas. En 1511, el Pontífice Adriano VI fue más allá, al conceder al Rey
Carlos I de España y V de Alemania, Emperador del Sacro Imperio Germánico y Rey
de España, el título de Gran Maestre de las cuatro Órdenes Militares,
consiguiendo la anexión de las mismas a la Corona Española. Siendo los
sucesivos Reyes de España, maestres de la Orden Militar de Alcántara.
Su hábito fue inicialmente el
de los monjes del Cister; túnica de lana blanca muy larga, escapulario con una
pequeña capilla, y sobre él, cuando salían del convento, una capa o tabardo de
color negro que sustituían por un manto blanco en las ceremonias solemnes.
Ningún caballero podía recibir los sacramentos sin el manto blanco, que también
usaban como sudario. Adoptando como blasón un peral silvestre con raíces
descubiertas y sin hojas sobre campo de oro. En 1410 el Papa Benedicto XIII la
modificó y a partir de entonces fue una Cruz flordelisada y esmaltada de
sinople abierta.
Las
dignidades de la Orden fueron las siguiente:
Maestre: Eran los prelados supremos de las
órdenes Militares. Tenían todo el gobierno, espiritual y temporal de ella. Era
juez ordinario en todas las causas civiles y criminales que surgieran entre los
Comendadores, Freires, Caballeros y Clérigos, así como entre los vasallos de
todo el maestrazgo.
Prior: En el sacro convento de Alcántara
fue la segunda dignidad de la Orden. Es párroco universal de todos los
religiosos y del mismo Maestre. Pronuncia sentencia de excomunión, si bien en
el uso de todo estaba subordinado al Maestre. Tiene mitra y báculo, da
bendición al pueblo y concede indulgencias. Le pertenece el gobierno de la
Orden muerto el Maestre.
Comendador Mayor: Muerto el Maestre, junto con el
Prior, gobierna la Orden y convoca capítulo para la elección de sucesor. Tiene
sus rentas en la villa de Alcántara y Brozas. Cuando los moros vivían en su
ley, todos los de Alcántara, desde los 20 a los 60 años, le pagaban 50
maravedíes y 12 cualquier mujer pública que venía a vivir de asiento. La viuda
que se volvía a casar antes de que pasara un año y día de la muerte de su
marido, le pagaba un marco de plata.
Clavero: Es el encargado de guardar el
convento. Asiste a la presentación de cuentas que hace cada año el Mayordomo.
Tiene las llaves del archivo de la Orden.
Otras
dignidades que siguen en importancia son las de Sacristán Mayor y Prior de
Magacela.
Cuando
había paz o tregua los caballeros de Alcántara permanecían en el convento
haciendo vida conventual.
Enlace
de interés:
Recomendamos
las publicaciones del “Repartimiento de Sevilla (facsímil), Julios González”
y “Repoblación de la zona de Sevilla durante el S. XIV, Manuel González
Jiménez”.
Autores e equipo de trabajo
Tomas Fernández / Manuel Hernández
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